Entrada extraída del libro Los Plantagenet
Con el nombre de «Guerra de los Cien Años» se conoce la contienda bélica que durante ciento dieciséis años (1337-1453) enfrentó en los siglos XIV y XV a Francia e Inglaterra. En esa guerra tuvieron lugar batallas (Crécy, Poitiers, Agincourt) y se distinguieron personajes (Enrique V, Eduardo «El Príncipe Negro», los arqueros ingleses) que han sido objeto de atención en multitud de obras literarias y cinematográficas desde la época de Shakespeare.
No obstante, el objetivo de esta entrada no está en narrar los acontecimientos destacados sucedidos durante esta guerra, sino tratar de explicar cuál fue el origen de la misma.
Para ello tenemos que situarnos en Francia en 1328. En el país vecino se acababa de recuperar la vieja norma de la antigua monarquía de los salios que establecía la exclusión de las mujeres en la línea de sucesión a la corona francesa (para más información respecto de la recuperación de la Ley Sálica y las causas que llevaron a ello, ver la entrada dedicada al asunto en este blog: La preferencia de los varones en la monarquía francesa.
En 1328 muere Carlos IV «El Hermoso», último monarca de la dinastía de los Capetos (previamente habían fallecido sus hermanos mayores Luis X «El Obstinado» y Felipe V «El Largo»). Carlos fallece sin hijos varones, y cuando nace su hijo póstumo y resulta ser una niña, en aplicación de la Ley Sálica accede al trono el primo de Carlos (hasta entonces regente), Felipe VI.
Sin embargo Carlos IV tenía también una hermana: la que había sido reina de Inglaterra Isabel, madre de Eduardo III. Este postuló su candidatura al trono francés sosteniendo que una cuestión era que su madre Isabel no hubiese heredado la corona mientras lo hicieron sus tres hermanos, y otra cuestión muy diferente era que no pudiera transmitir sus derechos hereditarios a sus hijos varones, es decir al propio Eduardo, sobre todo porque en Inglaterra no era válida la Ley Sálica (de hecho los reyes ingleses defendieron sus para ellos legítimos derechos a la corona francesa hasta bien entrado el siglo XIX). Eduardo, en todo caso, no planteó esta cuestión sucesoria en el momento del fallecimiento de Carlos IV y hasta llegó a rendir homenaje a Felipe de Valois como rey de Francia. El que tardara casi diez años en tratar de hacer valer sus derechos demuestra que había algo más detrás de su reivindicación.
Aunque esta era la causa oficial y formal del inicio de la Guerra de los Cien Años, hay quien sostiene que los motivos últimos que se escondían tras la decisión de Eduardo III eran otros, como el agravamiento de las disputas comerciales entre ambos países en los Países Bajos y en el Canal de la Mancha y el apoyo que Francia venía otorgando a Escocia. Y la teoría más generalizada mantiene que detrás de su reivindicación se encontraba el viejo problema entre los reyes franceses e ingleses: Aquitania. De hecho, la reclamación del trono francés por parte de Eduardo se produjo meses después de que Felipe VI invadiese el ducado en mayo de 1337; según más de un autor la declaración de guerra, no fue sino una excusa para evitar tener que rendir homenaje por el disputado territorio de Gascuña a un rey con cuyo reino los conflictos se estaban multiplicando (no podía declarar la guerra a Felipe mientras aceptara a este como señor feudal por Gascuña sin arriesgarse a ser excomulgado). Además eso daría ocasión a sus barones y señores de ejercitarse en los nobles y altos principios de la caballería galante que por entonces se encontraban tan de moda en Inglaterra al haberse recuperado y puesto al día las leyendas del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda.
En diciembre de 1336 Francia exigió a Inglaterra la entrega del aristócrata Roberto de Artois, que había pasado de ser un gran amigo de Felipe VI a su peor enemigo y que había buscado y encontrado refugio en la corte inglesa. En la negativa respuesta dada a esta petición por parte de Eduardo, este se dirigía a “Felipe de Valois, que se hace llamar rey de Francia”. Y en 1340, en una reunión mantenida con sus aliados flamencos en Gante, Eduardo se presentó con su nuevo escudo de armas en el que a los tres leones rampantes propios de los Plantagenet se añadieron las flores de lis sobre fondo azul de la monarquía francesa. A ojos ingleses ya no era, como en otras ocasiones, una guerra de vasallo contra señor, sino de legítimo rey contra usurpador. El desafío estaba lanzado y era cuestión de ver dónde y cuándo se desataban las hostilidades.
La primera gran batalla de la guerra fue marítima y tuvo lugar en la costa flamenca, frente a Sluys, en junio de 1340… pero esa es otra historia.
Imagen| Eduardo III
Fuentes|
Dan Jones: The Plantagenets;
Peter Ackroyd, History of England. Vol I: Foundations
Roy Strong, The Story of Britain
16 respuestas a «La guerra de los Cien Años: el origen del conflicto»