¿Resuelto el misterio de los príncipes de la Torre de Londres? Nueva investigación de Philippa Langley

En los últimos días hay mucha agitación en el mundillo de la divulgación histórica británica. El motivo: la publicación de un nuevo libro de Philippa Langley, la mujer que impulsó la investigación que terminó por descubrir la ubicación de los restos de Ricardo III, perdidos durante más de quinientos años tras su muerte en la batalla de Bosworth en 1485. 

Lugar donde la investigación impulsada por Philippa Langley localizó los restos de Ricardo III

Buena parte de la expectación levantada por este libro (y por un documental que se emitirá el próximo sábado en Channel 4) tiene que ver con el objeto de la investigación emprendida por Langley: los príncipes de la Torre de Londres. La suerte de estos dos jóvenes constituye uno de los mayores enigmas de la historia de Inglaterra y sigue provocando encendidos debates en el país más de cinco siglos después de los hechos que dieron origen al misterio.

            Philippa Langley ha concedido a una entrevista al podcast Gone Medieval (se puede escuchar en el enlace), dirigido por otro gran experto en Ricardo III y los príncipes de la Torre de Londres, Matthew Lewis, en la que anticipa los resultados de su investigación. Unos resultados que, de confirmarse, darían un vuelco total a las teorías sobre el destino de los príncipes de la Torre. 

Para valorar las conclusiones de esta investigación es preciso conocer primero la historia de los dos protagonistas, para después explicar las extraordinarias revelaciones que apunta la entrevista concedida por Langley a Lewis. 

La suerte de los dos hijos de Eduardo IV de Inglaterra

            ¿Quiénes eran los príncipes de la Torre de Londres? Se trata de los dos hijos varones del rey Eduardo IV de Inglaterra. El mayor de ellos ha pasado a la historia con el nombre de Eduardo V aunque, como veremos, nunca llegó a ser coronado como rey de Inglaterra. El más pequeño, Ricardo, era duque de York. 

            Eduardo IV falleció el 9 de abril de 1483. Tras su muerte, todo parecía dispuesto para la coronación del mayor de sus hijos varones, su homónimo Eduardo V. Cuando murió su padre, el joven se encontraba en Ludlow, sede de la casa del príncipe de Gales. Al recibir la noticia, Eduardo se puso en camino hacia Londres para ser coronado. Le acompañaban su tío Anthony Woodville, conde de Rivers y hermano de la madre del muchacho, Isabel Woodville, y Richard Grey, hermanastro de Eduardo como hijo del primer matrimonio de Isabel. 

            Cuando la comitiva de Eduardo V se encontraba en Northampton, se unió a la misma el cortejo del hermano del monarca fallecido, Ricardo de Gloucester, del que formaba parte el duque de Buckingham. Unos y otros cenaron juntos amigablemente. Gloucester y Rivers habían combatido juntos en Escocia, el segundo a las órdenes del primero, al que Rivers incluso había solicitado que arbitrara en un conflicto que le enfrentaba con un vecino suyo. 

            Sin embargo, cuando a la mañana siguiente volvieron a encontrarse en Stony Stratford, Gloucester hizo detener a Rivers y a Grey y se hizo cargo de la persona de su sobrino Eduardo V. Los prisioneros fueron trasladados al norte y Gloucester y Eduardo prosiguieron su camino hacia Londres. 

Ricardo de Gloucester (Ricardo III)

            Mucho se ha especulado sobre los motivos que llevaron a Ricardo de Gloucester, que durante el reinado de Eduardo IV había sido un leal, fiel y competente servidor de su hermano mayor, a tomar esta y otras decisiones que ahora veremos que adoptó en las semanas siguientes. Volveremos sobre este particular cuando hayamos explicado todo lo ocurrido, pero como señala con acierto Amy Licence, «aunque es relativamente sencillo narrar lo que sucedió en Inglaterra en la primavera y el verano de 1483, es muchísimo más complicado explicar las motivaciones e intenciones de los que participaron en estos acontecimientos».

            Cuando las noticias de lo ocurrido en Stony Stratford llegaron a Londres, Isabel Woodville se acogió a sagrado en Westminster con sus hijas y con el hermano pequeño de Eduardo V, Ricardo de York. Y allí se encontraban cuando Gloucester y Eduardo llegaron a Londres el 4 de mayo de 1483. Cinco días después, y tras lograr que el consejo real lo designara protector del reino, Gloucester instaló a su sobrino en la Torre de Londres. Es preciso aclarar que la Torre era por entonces una de las residencias reales y que era tradición que el rey pasara en ella la noche previa a su coronación, que se había fijado para el 22 de junio, por lo que esta decisión no significa que Gloucester encarcelara a Eduardo V. 

            En los días siguientes, Ricardo de Gloucester tomó una serie de medidas destinadas a contrarrestar el poder que el partido de los Woodville había ostentado en los últimos tiempos del reinado de Eduardo IV. Pero como el Consejo real había decretado que cuando fuese coronado Eduardo V, que contaba por entonces doce años de edad, este tomaría el poder de manera efectiva y no había aceptado la petición de Ricardo de que le nombraran regente durante la minoría de edad de su sobrino, Gloucester sabía que sus medidas tendrían muy corto recorrido. 

            Esto puede explicar los acontecimientos de los siguientes días. El 13 de junio Gloucester ordenó la detención de los obispos de Ely y de York y del mejor amigo de Eduardo IV, William Hastings, acusados de traición. A los dos primeros les salvó su condición de clérigos, pero el tercero fue juzgado sumariamente, declarado culpable de conspirar contra Gloucester y ejecutado. 

El 16 de junio el arzobispo de Canterbury convenció a Isabel Woodville para que permitiera que su otro hijo, Ricardo de York, se uniese a su hermano en la Torre de Londres. Al día siguiente, Gloucester suspendió la ceremonia de coronación de Eduardo V. Y el 22 de junio llegó el bombazo cuando el obispo de Bath declaró que cuando Eduardo IV contrajo matrimonio con Isabel Woodville ya estaba casado. Esto suponía que el matrimonio con Woodville era nulo y los hijos nacidos del mismo (incluido Eduardo V) eran ilegítimos y, por tanto, no podían acceder al trono. 

Eduardo V y Ricardo, duque de York, los príncipes de la Torre de Londres

            El 24 de junio, el duque de Buckingham pronunció un encendido discurso ante los oficiales de la ciudad de Londres, representantes de la nobleza, del clero y de los Comunes en el que resaltaba que a la vista de esa situación el único descendiente legítimo de la casa de York que tenía derecho al trono era Ricardo de Gloucester. Ese mismo día, en el castillo de Pontefract, los prisioneros Rivers y Grey eran juzgados, declarados culpables y ejecutados. 

            El 26 de junio, una delegación de los que habían asistido al discurso de Buckingham se presentó ante la residencia de Gloucester y le ofrecieron la corona. Este aceptó, se dirigió a Westminster y se sentó en el trono. Fue coronado oficialmente el 6 de julio. Comenzaba así el reinado de quien ya era Ricardo III de Inglaterra. 

            ¿Y qué fue de Eduardo V y de su hermano Ricardo de York? Tras la ejecución de William Hastings, los sirvientes habituales de los muchachos fueron relevados de sus tareas y se les abonó la última paga el 9 de julio de 1483. La London´s Great Chronicle relata que al menos hasta el 29 de septiembre se les vio jugando y disparando en los jardines de la Torre, pero allí se pierde su rastro y desaparecen de la Historia. Y es precisamente entonces cuando comienza el misterio y las especulaciones.  

Bloody Tower, en la Torre de Londres, lugar en el que fueron instalados los príncipes y del que desaparecieron

Teorías sobre el destino de los príncipes de la Torre

Durante siglos se consideró de manera generalizada y unánime que los príncipes habían muerto en la Torre de Londres y que el responsable de su muerte era Ricardo III. Desde noviembre de 1483 las crónicas empiezan a reflejar que la creencia general es que los príncipes no volverían a ser vistos con vida. El dominico italiano Mancini, de visita en esas fechas en Londres, escribió que los príncipes fueron confinados en estancias cada vez más interiores de la Torre, que su servidumbre fue disminuyendo paulatinamente y que cuando se preguntaba a los sirvientes por Eduardo V rompían a llorar, pero que «si se deshicieron de él y de qué forma, no lo he podido descubrir». La Crowland Chronicle señala que «se extendió el rumor de que habían sufrido una muerte violenta, pero no se sabía cómo».

            Un médico, el doctor Argentine, que visitaba a los príncipes con regularidad, narró cómo Eduardo V solicitaba diariamente la confesión y el perdón de los pecados, porque pensaba que iba a morir. Algo nada extraño vistos los antecedentes (que el joven debía conocer) de reyes de Inglaterra depuestos y encerrados tras perder la corona (Eduardo II, Ricardo II y Enrique VI), ninguno de los cuales sobrevivió largo tiempo en su cautiverio. 

            Quizás los autores que más han contribuido a asentar la imagen de que los príncipes de la Torre fueron asesinados y que el responsable de su muerte fue su tío Ricardo III han sido Tomás Moro y Willian Shakespeare. Gracias sobre todo a estos dos escritores, Ricardo III ha sido considerado durante siglos como el villano oficial de la historia de Inglaterra y el crimen más execrable de los que se le adjudican es el asesinato de sus dos jóvenes sobrinos, los príncipes de la Torre de Londres. 

            Tomás Moro y William Shakespeare

Pero a partir de mediados del siglo xx se comenzó a propagar una corriente que sostenía la inocencia de Ricardo III y hacía hincapié en la injusticia a la que había sido sometido por la propaganda vertida contra él durante más de cuatrocientos años. Se constituyeron en todo el mundo anglosajón sociedades Ricardo III dedicadas en cuerpo y alma a tratar de lavar la denostada imagen del monarca y a esgrimir teorías en defensa de su inocencia. Para ello: 

1.- Se critican las fuentes que aseguraban la culpabilidad de Ricardo. Shakespeare y Moro escribieron en plena época Tudor y el primer monarca de esa dinastía, Enrique VII, subió al trono derrocando y dando muerte a Ricardo III. El derecho al trono de Enrique VII era más que dudoso y a sus sucesores les interesaba dar la imagen de que lo que hizo fue deponer a un tirano monstruoso capaz de asesinar a sus propios sobrinos. Debe tenerse en cuenta, además, que Shakespeare no era historiador sino dramaturgo (por lo que no es válido como fuente histórica) además de haber atribuido a Ricardo III otras atrocidades que no consta que cometiera o que no pudo en ningún caso cometer. En cuanto a Moro, no terminó ni publicó su biografía sobre Ricardo III que fue completada y publicada tras su muerte por fuentes poco fiables. Respecto de Mancini, estaba de paso en Inglaterra, no dominaba el idioma y dejó el país poco después de los acontecimientos que relata. Además, su obra fue encontrada en una librería francesa en 1934 y traducida del latín al inglés después en una traducción que deja bastante que desear. La Crowland Chronicle, netamente favorable a Eduardo IV y demoledora contra Ricardo III, nada dice sin embargo sobre su posible autoría de la muerte de los príncipes. Por último, el doctor Argentine había terminado formando parte del séquito de Enrique VII y era el médico de su hijo Arturo Tudor, lo que pone en duda su imparcialidad. 

2.- Se esgrimen argumentos para desmontar los motivos que pudieron llevarle a asesinar a sus sobrinos. Sostienen los defensores de Ricardo III que Eduardo y su hermano habían sido declarados ilegítimos por el Parlamento y ya no constituían una amenaza para el nuevo rey. También indican que, si hubieran muerto bajo su custodia, Ricardo tuvo una inmejorable oportunidad cuando en octubre de 1483 se detectó una conspiración del duque de Buckingham con Enrique Tudor. Buckingham fue detenido, sometido a juicio y ejecutado. Para Ricardo hubiese sido muy sencillo cargarle el muerto (nunca mejor dicho) y acusarle de haber matado a sus sobrinos. Si no lo hizo, señalan, fue porque los chicos estaban todavía vivos. También argumentan que cuando Enrique VII subió al trono tras derrotar y dar muerte a Ricardo III hizo aprobar una resolución en el Parlamento acusando a este y a sus seguidores de traición e imputándole diversos delitos, pero no se mencionaba el asesinato de los príncipes, lo que es indicativo de que Ricardo no los había matado.

Enrique Tudor

3.- Se sostienen teorías sobre otros posibles interesados en deshacerse de los jóvenes. El principal candidato es el propio Enrique VII. El primer Tudor era hijo de Margaret Beaufort, perteneciente a una rama (pero no la principal) de la casa de Lancaster, y de Edmund Tudor (hijo de la viuda del rey Enrique V, Catalina de Valois y de un oscuro noble galés de segunda fila, Owen Tudor). Su derecho al trono era más que dudoso y, para asentar su legitimidad, había contraído matrimonio con Isabel de York, hija de Eduardo IV y de Isabel Woodville y hermana de los príncipes de la Torre. Enrique VII había hecho revocar la resolución que declaraba la ilegitimidad del matrimonio de los padres de su esposa para apuntalar su derecho al trono. Pero si Isabel era hija legítima del rey Eduardo IV, también lo eran sus hermanos. Si estaban vivos, tenían preferencia al trono sobre Enrique VII, por lo que este estaba interesado en que desaparecieran. Hay otros candidatos que se han sugerido como posibles responsables de la muerte de los príncipes, como el duque de Buckingham (podían ser un estorbo a sus propias aspiraciones al trono antes de ser ejecutado por traición) o, incluso la madre de Enrique VII, Margaret Beaufort. En este caso, la única fuente que podría apoyar esta tesis es Helen Maurer quien, más allá de alegar que quería defender los derechos de su hijo que podían peligrar si los príncipes estaban vivos, no aporta otra prueba que las manifestaciones de George Buck, un escritor del siglo xvii que decía haber leído en un viejo manuscrito (no conservado) que el obispo de Ely y cierta condesa conspiraron para que fueran ejecutados con veneno y brujería. 

4.- Hay, incluso, teorías que sostienen que los príncipes no murieron en la Torre, sino que sobrevivieron. Hacen referencia a dos pretendientes al trono que trataron de deponer a Enrique VII. El primero, Perkin Warbeck, consta que decía ser el más pequeño de los príncipes, Ricardo de York. Lo más llamativo de este personaje es que obtuvo el apoyo de importantes monarcas. En algún caso, como el de los reyes de Francia y Escocia, se puede explicar que se pusieran de su parte simplemente por tratar de erosionar al rey de Inglaterra como consecuencia de la tradicional enemistad entre sus países. Pero en otros casos, como el del emperador Maximiliano de Austria (el padre de Felipe el Hermoso), es difícil entender el sostenido apoyo que dio al pretendiente si no fuese porque creía de buena fe que era quien decía ser y ofrecía al menos la apariencia de ser un príncipe inglés. El otro caso, el de Lambert Simnel, es menos claro. El relato que nos ha llegado (escrito en época Tudor) indica que Simnel pretendía ser el conde de Warwick (hijo de otro hermano de Eduardo IV que fue ejecutado por traición). Pero Simnel obtuvo el apoyo sin fisuras de todos los miembros de la casa de York, alguno de los cuales tenía mejor derecho al trono que el conde de Warwick (que además estaba por entonces preso en la Torre). Hay quien sostiene que los miembros de la casa de York no hubiesen apoyado al hijo de un traidor y que solo se entiende ese apoyo si Simnel hubiese sido en realidad Eduardo V, el mayor de los príncipes de la Torre de Londres. Se detalla esta teoría en las entradas dedicadas a la batalla de Stoke Field en la que Simnel fue derrotado por Enrique VII.

Perkin Warbeck y Lambert Simnel

Como se puede ver, existen argumentos y teorías para todos los gustos. Ricardo III sigue siendo el principal candidato a ser el responsable de la muerte de los príncipes. Estaban bajo su custodia, tenía motivos más que suficientes para eliminarlos y cuando empezaron los rumores sobre que habían muerto, en noviembre de 1483, pudo ponerles fin sacando a los chicos a la luz y no lo hizo. Pero no existe una prueba irrefutable que demuestre que el asesinó a los príncipes. De hecho, ni siquiera existe certeza de que fallecieran en la Torre. Pero entonces, podría preguntarse el lector que haya visitado la abadía de Westminster y haya reparado en una urna en la que un cartel anuncia que están enterrados ambos jóvenes, ¿qué pasa con los restos que se encuentran en Westminster?

El «descubrimiento de los restos de los príncipes de la Torre»

            En el año 1674 se descubrieron durante unas obras en la Torre Blanca (lugar donde habían residido los príncipes) una serie de restos y huesos. Alguno de ellos eran humanos y parecían pertenecer a dos personas que pudieran tener la edad de los hijos de Eduardo IV cuando desaparecieron. Debe tenerse en cuenta que en esa época reinaba en Inglaterra Carlos II, que había visto como su padre Carlos I había sido depuesto y decapitado por las fuerzas parlamentarias de Oliver Cromwell. El monarca vio claro el paralelismo entre lo ocurrido a Eduardo V y lo sucedido con su padre, decidió dar por bueno que los restos eran los de los príncipes de la Torre y enterró los restos encontrados en una urna en Westminster con una inscripción donde, además de indicar que allí descansaban Eduardo V y Ricardo de York, hacía un alegato contra los usurpadores al trono que asesinaban a monarcas legítimos.

Urna que contiene supuestamente los restos de Eduardo V y Ricardo de York

            En 1933 se encargó a una comisión dirigida por el eminente profesor William Wright un estudio sobre el contenido de la urna. Hicieron constar que entre los restos se encontraron escombros y huesos de animales, pero también dos esqueletos humanos incompletos. El estudio concluyó que estos restos eran los de los príncipes de la Torre. Pero en 1955 se llevó a cabo otro estudio por un equipo de antropólogos y ortodoncistas. A diferencia del anterior, no pudo acceder a los restos, sino solo a los datos y anotaciones de Wright. Aun así, su conclusión fue demoledora. Indicaron, entre otras deficiencias, que los autores del informe de 1933 no solo no habían podido demostrar la edad de los fallecidos, sino ni siquiera habían realizado un intento serio para determinar su sexo. Concluyeron que, con los datos del estudio de 1933, no era posible afirmar ni descartar que se tratara de los príncipes. 

Solo un estudio de ADN podría aclarar algo la situación, pero Isabel II siempre negó el permiso para la exhumación de los restos de la urna, y aunque se especula con que Carlos III estaría dispuesto a permitirlo, de momento no hay noticias al respecto. Aun así, un análisis de ADN podría despejar muchas dudas y ofrecer nuevas pistas y líneas de investigación, pero no resolvería de manera definitiva el enigma de los príncipes de la Torre de Londres, pues aunque confirmase que los cuerpos se corresponden en sexo y edad con los de los príncipes y cómo murieron, no podría determinar quién los mató. 

Esta era a grandes rasgos la situación hasta la investigación y las revelaciones de Philippa Langley a la que hacíamos referencia al inicio del artículo. 

La investigación de Philippa Langley

La que fuera impulsora del proyecto para descubrir los restos de Ricardo III comienza por manifestar en su entrevista con Matthew Lewis que el motivo que le llevó a embarcarse en el proyecto sobre los príncipes de la Torre de Londres fue un titular de un periódico el día anterior al entierro de Ricardo III en la catedral de Leicester en el que se planteaba si un hombre que había asesinado a sus sobrinos se merecía tales honores, a pesar de la falta de pruebas sobre lo ocurrido con los dos jóvenes. 

            Langley explica que cuando acometió el proyecto, lo hizo afrontándolo como una investigación policial y que debía partir de cero, sin dar por bueno nada de lo que se había escrito u opinado hasta la fecha. Un equipo de trescientas personas acometió la labor de peinar el contenido de los archivos existentes no solo en Inglaterra (donde Enrique VII se había encargado de hacer desaparecer todas las pruebas que pudieran resultarle perjudiciales) sino en toda Europa. Según Langley, el dossier completo de su investigación suma más de 300000 documentos.

            Tengo que aclarar que todavía no he podido leer el libro (aún no se puede descargar la versión electrónica en España) ni de ver el documental (no se ha estrenado en Inglaterra) y que la información que voy a facilitar deriva de la entrevista entre Langley y Matthew Lewis, por lo que deben plantearse todas las cautelas posibles al respecto, además de alguna duda que se me plantea. 

            Langley hace referencia en especial a tres documentos que podrían cambiar lo que hasta ahora se asumía mayoritariamente (que los príncipes habían muerto) y que descartarían completamente la culpabilidad de Ricardo III en la suerte de sus sobrinos. 

Philippa Langley
  • El primer documento es un recibo fechado en diciembre de 1487 y hallado en el archivo de Lille. Hace referencia a un pago aceptado por Maximiliano de Austria. Maximiliano estaba casado con María de Borgoña. La última esposa del padre de María, que todavía vivía por entonces en Borgoña, era la hermana de Eduardo IV y de Ricardo III, Margarita. El recibo es por el pago de 400 picas que Maximiliano abona por encargo de Margarita que deben ser transportadas al otro lado del mar «para servir a su sobrino, el hijo de su hermano el rey Eduardo, quien había sido expulsado de su reino». Langley afirma que la autenticidad de este documento está acreditada por la firma del secretario personal de Maximiliano y la de dos de sus principales consejeros, que actúan como testigos. Si el documento es verídico, constituiría una prueba consistente sobre la supervivencia de Eduardo V hasta 1487, es decir dos años después de la muerte de Ricardo III. Y confirmaría la teoría (sostenida por el propio Matthew Lewis y explicada en las entradas del blog sobre la batalla de Stoke Field) según la cual Lambert Simnel era en realidad Eduardo V y no el conde de Warwick, como afirmaba la propaganda de Enrique Tudor. La duda que se me plantea es la fecha del recibo (diciembre de 1487), pues Simnel había sido derrotado y hecho prisionero tras la batalla de Stoke Field en junio de ese año y no se tienen noticias de ninguna otra campaña emprendida por él después de esa fecha, aunque eso no obstaría a la mención a su supervivencia en diciembre de 1487. Tendré que esperar a leer el libro para ver que explicación se ofrece.  
  • El segundo, y más extraordinario, documento, fue hallado en los archivos de Arnhem. Consiste, ni más ni menos, que en una narración en primera persona de Ricardo de York, en la que explica que fue sacado de la Torre de Londres por orden del duque de Norfolk (John Howard) por dos partidarios yorkistas, que lo trasladaron al continente (a Francia y los Países Bajos). Langley explica que se ha comprobado la autenticidad del documento tanto desde el punto de vista histórico como desde el lingüístico (un experto ha ratificado que el lenguaje utilizado es coherente con el de la época). La primera duda que me surgió fue que no resultaría posible cotejar la caligrafía de Ricardo de York con algún otro documento, pues era muy joven cuando desapareció en 1483. He tenido la ocasión de preguntar al respecto a Matthew Lewis, quien me ha aclarado que el documento no está escrito por Ricardo, sino dictado a un escribiente. Me suscita dudas la autenticidad del documento y, nuevamente, habrá que esperar a la lectura del libro. 
  • El tercer y último documento, hallado en los archivos austriacos es una carta de Maximiliano de Austria en la que manifiesta que ha tenido ocasión de encontrarse en persona con Ricardo de York y ha podido confirmar su identidad al reconocer hasta tres marcas de nacimiento de este, dos de ellas en la cara. Esta carta sería consistente con el sostenido apoyo de Maximiliano a Perkin Warbeck y daría sentido a las crónicas que afirman que cuando Warbeck fue arrestado en Inglaterra fue torturado y su cara quedó completamente deformada. 

Langley concluye que, según los resultados de su investigación los príncipes no murieron en la Torre, sino que fueron sacados de la misma por separado antes de la batalla de Bosworth. Ricardo fue trasladado al continente y Eduardo, tras pasar por diversos lugares en Inglaterra (Suffok o el castillo de Pontefract) llegó a Irlanda. Allí, después de que su familia volviese a ser legitimada (su hermana era la esposa de Enrique VII) fue coronado en Dublín y trató en vano de reconquistar su trono siendo derrotado en la batalla de Stoke Field. 

Fuentes| Gone Medieval: Princes in the Tower: New Evidence Revealed

Daniel Fernández de Lis: Los Plantagenet; Lo que Shakespeare no te contó de la guerra de las Rosas

Imagen| Wikipedia, archivo del autor.

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