I.- Breve descripción de la época y lugar en que nació y vivió Urraca
En primer lugar, hay que aclarar que en aquella época no se llevaba un registro demasiado estricto del nacimiento ni siquiera de las personas de sangre real. Urraca nació alrededor del año 1080 seguramente en León, aunque es posible que lo hiciera en Sahagún.
Era hija de Alfonso VI, rey de León, de Castilla y de Galicia y de Constanza de Borgoña.
Alfonso VI había recibido en herencia el reino de León a la muerte de su padre Fernando I en el año 1065, mientras sus hermanos Sancho II y García I recibían Castilla y Galicia respectivamente. Tras una serie de enfrentamientos entre los tres hermanos, Alfonso perdió su reino a manos de Sancho II y tuvo que refugiarse en la taifa de Toledo. Pero finalmente, en el año 1072, Sancho murió en el sitio de Zamora y Alfonso VI se hizo con los tres reinos que su padre había dividido entre sus hijos y volvió a unificar bajo su cetro León, Castilla y Galicia.
II.- La muerte del heredero de Alfonso VI
En principio no estaba previsto que Urraca fuese la heredera de Alfonso VI. Este rey llegó a tener seis esposas y varias amantes. Pero aunque tuvo varios descendientes, solo uno de ellos era varón. Se llama Sancho Alfónsez y era hijo del rey y de sus relaciones con la musulmana Zaida, una unión con varias interrogantes que darían para otra entrada. Pero a los efectos que nos interesan hoy, hay que señalar que Sancho murió enfrentándose a los almorávides en la batalla de Uclés en el año 1108, cuando su padre todavía vivía. Esto dejaba una complicada situación sucesoria.
III.- La complicada sucesión de Alfonso VI
La mayor de los descendientes vivos de Alfonso VI tras la muerte de Sancho Alfónsez, Urraca, era viuda. Su esposo, Raimundo de Borgoña, había muerto en el año 1107. Ambos habían sido designados como condes de Galicia y del matrimonio habían nacido dos hijos, Sancha y Alfonso Raimúndez, el futuro Alfonso VII. Esto planteaba dos problemas: en esa época, con la amenaza de los almorávides muy presente, se veía como muy arriesgado dejar el reino en manos de una mujer sin un marido que la apoyase militarmente. Además, la familia de Raimundo de Borgoña tenía apoyos muy poderosos (su hermano Guido era arzobispo de Vienne y llegó a ser papa) y estaban dispuestos a defender a toda costa los derechos del hijo de Raimundo, el futuro Alfonso VII.
Además, Alfonso VI había tenido más hijas con otras mujeres. Una de ellas, Teresa, se había casado con otro borgoñón, Enrique, y habían sido designados condes de Portugal. Seguramente pensaban que, o bien podían ser ellos mismos y sus descendientes los herederos de Alfonso VI o, de no conseguirlo, podían aprovechar la compleja situación tras la muerte del rey para convertir Portugal en un reino independiente.
IV.- La muerte de Alfonso VI
Aunque Alfonso VI no tardó mucho en morir (lo hizo en 1109, solo un año después de la muerte de su hijo), tuvo tiempo de dejar establecido y aprobado que su sucesora sería Urraca. Pero en aquella época era impensable que lo hiciese sin haber concertado un matrimonio para ella que le asegurase el que se veía como necesario apoyo en el gobierno y en el aspecto militar. Había dos posibilidades en relación con la elección de marido para Urraca: o bien un noble castellano o leonés o bien un monarca de otro reino.
La primera opción presentaba el problema de que elevar a un noble del reino al trono podía suponer una confrontación con el resto de los magnates, aunque probablemente era la opción más deseada por Urraca, que llegó a tener dos amantes entre la nobleza castellana, el conde Gómez González y Pedro González de Lara y que seguramente hubiera visto con buenos ojos que uno de ellos se convirtiese en su esposo.
Y para la segunda opción (un monarca de otro reino) la elección más evidente era el rey de Aragón Alfonso I el Batallador, pariente de Alfonso VI y uno de los principales caudillos militares en la lucha contra los almorávides.
Finalmente fue esta la opción que se impuso, aunque las fuentes discrepan sobre si fue el propio Alfonso VI quien tomó la decisión antes de morir (aunque el matrimonio no se celebró hasta después de su fallecimiento) o si fue la presión de parte de los nobles del reino tras la muerte de Alfonso VI la que impuso a Urraca casarse con el rey de Aragón. En todo caso, fue con este con quien ella se casó.
V.- El matrimonio de Urraca con Alfonso I de Aragón
La unión entre la reina de León y el rey de Aragín fue un completo y absoluto desastre. Tanto Alfonso como Urraca tenían una fuerte personalidad. Ella no era una adolescente recién salida de la casa de sus padres, sino una mujer hecha y derecha, que ya había estado casada y había sido madre, que tenía experiencia de gobierno como condesa de Galicia y que estaba dispuesta a defender sus derechos como reina y como mujer.
De hecho, en las capitulaciones matrimoniales, aunque Urraca declara que «te dono a ti toda mi tierra que fue del rey don Alfonso» y al aragonés se le reconoció el título de imperator totius Hispaniae, sin embargo, se añade que este compromiso va ligado a una obligación por parte del aragonés: «me debes honrar como buen hombre a su esposa». El incumplimiento de esta obligación conllevaría consecuencias políticas sobre la jurisdicción de Alfonso I en el reino leonés.
En cuanto a Alfonso I, era un hombre entregado a la vida militar y que prefería estar en compañía de sus soldados que de mujeres. No es sencillo pronunciarse sobre las inclinaciones sexuales de alguien que vivió hace casi mil años, además de que se trata de un debate absurdo y bastante estéril. Lo que sí parece que se puede afirmar de Alfonso I es que se trataba de un misógino. Urraca lo acusó de maltrato físico y psicológico.
Además, entre ambos se produjeron multitud de choques en el ámbito político y de gobierno, que llevaron a Alfonso a invadir el reino de su esposa, ocupando ciudades, apresando y deponiendo a obispos y saqueando y asesinando a mansalva. Tal era la fama de las fuerzas del rey aragonés que la Historia Compostelana describe que su ejército estaba formado por «réprobos, homicidas, malhechores, fornicadores, adúlteros, ladrones, malvados, raptores, sacrílegos, encantadores, adivinos y apóstatas execrables»
VI.- La disolución del matrimonio Urraca-Alfonso I
La relación entre ambos cónyuges fue muy tormentosa con varias separaciones e intentos frustrados de reconciliación. Además, debe tenerse en cuenta que su unión era una amenaza para los derechos del hijo de Urraca y Raimundo de Borgoña, Alfonso Raimúndez, que contaba con grandes apoyos. El partido borgoñón era especialmente fuerte entre la jerarquía eclesiástica y finalmente consiguieron que el matrimonio se anulase con la manida excusa de la consanguinidad entre los cónyuges.
VII.- La relación de Urraca con su hijo Alfonso Raimúndez, el futuro Alfonso VII
La relación ente madre e hijo fue complicada. Ya hemos visto que Alfonso tenía apoyos importantes que defendían que debía ser él y no su madre quien ciñera la corona. Y dos de estos hombres que lo apoyaban, el obispo de Compostela Diego Gelmírez y el conde Pedro Froilaz, tenían en común que ambos procedían de Galicia.
Hay que recordar que en Galicia durante muchos años había existido, en tiempos de la dominación visigoda de la península, un reino suevo independiente. Y que, durante la época de la monarquía asturiana, habían sido frecuentes las insurrecciones de nobles gallegos. Además, ya hemos comentado que cuando Fernando I hizo testamento, dividió sus dominios en los reinos de León, de Castilla y de Galicia, que vio así temporalmente colmadas sus expectativas de convertirse en reino.
Existía por tanto en Galicia un movimiento muy poderoso que buscaba la independencia respecto de León y que trató de apoyarse en la figura de Alfonso Raimúndez, al que llegaron a coronar como rey de Galicia en 1111.
Urraca tuvo que emplear mucha mano izquierda en las relaciones con su hijo y dio un golpe maestro cuando en 1117 le cedió el gobierno en la zona de Toledo. Esto, por un lado, lo apartaba de la belicosa Galicia y, por otro, le permitía incorporarse al gobierno del reino y pulirse en las tareas que le tocaría desempeñar cuando fuese rey.
VIII.- La relación con su hermana Teresa, condesa de Portugal
La hermanastra de Urraca, Teresa y su esposo Enrique de Borgoña, condes de Portugal, jugaron en todo momento sus cartas para medrar dentro del reino de León y en sus relaciones con Urraca se alternaron alianzas y discrepancias, con varios intentos de oponerse a la reina y ponerse del lado de su esposo Alfonso I de Aragón. Teresa apuntaba ya a la independencia de Portugal, aunque esta se produciría durante los reinados de los hijos de Urraca (Alfonso VII) y de Teresa (Alfonso Henriques, primer rey de Portugal).
IX.- Las revueltas comunales en Sahagún y Compostela
Dentro de la descripción del reinado de Urraca es preciso hacer referencia a dos movimientos sociales, las revueltas comunales en Sahagún y Compostela. Se trató de dos rebeliones con factores comunes pero también con elementos diferenciales con los que Urraca tuvo que tratar y en los que pasó por momentos complicados. En Sahagún (apoyados en Alfonso I de Aragón), los rebeldes llegaron a prohibirle la entrada en el monasterio donde estaba enterrado su padre. Y en Compostela Urraca llegó a ser ultrajada y humillada, hasta el punto de que llegar a ser desnudada, insultada y recibir una lluvia de objetos por las calles de la ciudad.
Sobre lo ocurrido a la reina, la Historia compostelana ofrece el siguiente relato:
Cuando la turba la vio salir, se abalanzaron sobre ella, la cogieron y la echaron en tierra en un lodazal, la raptaron como lobos y desgarraron sus vestidos; con el cuerpo desnudo desde el pecho hasta abajo y delante de todos quedó en tierra durante mucho tiempo vergonzosamente. También muchos quisieron lapidarla, y entre ellos una vieja compostelana la hirió gravemente con una piedra en la mejilla. […] Finalmente la reina, con los cabellos desgreñados, el cuerpo desnudo y cubierta de fango, escapó y llegó hasta la misma iglesia en la que se escondía el obispo.
Pero finalmente fue capaz de solucionar ambas situaciones y prosiguió con su reinado hasta su muerte en 1126. Le sucedió su hijo el emperador Alfonso VII.
X.- Valoración del reinado de Urraca
Tradicionalmente no se ha sido muy benévolo con ella. Pero debe tenerse en cuenta que las dos principales crónicas contemporáneas que nos han llegado de su reinado (la Historia Compostelana y el Anónimo de Sahagún) fueron redactadas en las dos localidades a las que se enfrentó y redactadas por personajes de origen religioso que destilan una tremenda misoginia. Por ejemplo se la critica mucho por el tema de sus amantes, en lo que existe (todavía en este momento) una doble vara de medir entre los reyes y las reinas.
Hoy se impone una revisión en la que se destacan los aspectos positivos de su gobierno. Se señala que evidentemente su reinado tuvo sus luces y sus sombras, pero como las tiene las de cualquier rey varón de la época. Se valora especialmente que, a pesar de amenazas como las de Alfonso I de Aragón, los almorávides, el condado de Portugal o los deseos independentistas de Galicia, Urraca fue capaz (tras diecisiete años de gobierno) de entregar intacto el reino que recibió de su padre Alfonso VI a su hijo Alfonso VII. Y lo hizo en un periodo de compleja situación económica, pues la invasión almorávide hizo que se perdieran los cuantiosos ingresos que en concepto de parias percibían su abuelo Fernando I y su padre Alfonso VI. Esto dificultaba el mantenimiento de un ejército poderoso para hacer frente a las amenazas a su reinado.
Lo que sí se puede afirmar sin lugar a dudas es que la figura de Urraca I constituye un personaje cuya historia, que aquí solo he esbozado a grandes pinceladas, es apasionante y a ella está dedicada uno de los capítulos más extensos del libro De la guerra a la unificación. Historia de León y de Castilla desde 1037 hasta 1252, fuente de esta entrada.
