Toda Aznárez, reina de Pamplona: la reina Victoria de la Edad Media peninsular (II)

Habíamos dejado la primera entrada dedicada a la fascinante historia de la reina de Pamplona Toda Aznárez hablando de la alianza de reinos y condados cristianos que se produjo en la batalla de Simancas en el año 939. Para continuar con la narración tenemos que centrarnos en los enlaces que se pactaron con sus descendientes y cómo los mismos llevaron a que estos tuvieran un destacadísimo papel en todos los reinos y dominios peninsulares de la Edad Media.

5.- Frutos de las alianzas matrimoniales de Toda: los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza

Llegaba ya la hora de buscar un enlace matrimonial adecuado para el rey García I de Pamplona. Su madre, que llevaba años perfeccionando el arte de las alianzas conyugales, iba a graduarse cum laude con la boda de su hijo.

El conde de Aragón, Galindo Aznárez, había contraído matrimonio con una hermana del esposo de Toda, Sancho Garcés I. De este enlace solo había nacido una hija, de nombre Andregoto. El conde Galindo tenía otros descendientes, pero la única nacida dentro del matrimonio era Andregoto. A pesar de que ella y García I eran primos carnales (el padre de él y la madre de ella eran hermanos), Toda pensó que un enlace entre ambos sería una forma excelente de reforzar la vinculación con los reyes de Pampona del rebelde condado de Aragón, donde ya se habían detectado indicios de un deseo de independencia.

Existía, sin embargo, un obstáculo para esta operación. El conde Galindo la veía con buenos ojos (su hija sería condesa de Aragón y reina de Pamplona), pero no podía decirse lo mismo de un pariente suyo, el conde Bernardo de Ribagorza, quien podía alegar legítimos derechos al condado de Aragón y oponerse al enlace y a que Andregoto y García I heredaran el condado.

Aquí fue donde se demostró la maestría del juego de alianzas que Toda había urdido. Ya vimos que una de sus hijas, Velasquita, había casado con un hermano del conde de Ribagorza, de nombre también Galindo. A través de este y aprovechando su vinculación familiar con él, Toda ofreció al conde Bernardo la cesión de la zona de Sobrarbe a cambio de la renuncia a sus derechos sobre Aragón. Bernardo aceptó y de esta forma los condados de Sobrarbe y Ribagorza unieron sus destinos, mientras que el condado de Aragón reafirmaba su vinculación al reino de Pamplona.

 6.- Implicación en la lucha por la corona de León

Una de las primeras consecuencias de lo ocurrido en Simancas fue que el califa decidió que ya había tenido bastante de lidiar en persona con los asuntos militares; se retiró a Córdoba y, a partir de entonces, confió la realización de las campañas a sus generales.

Además, se produjo un cambio en el trato con los reinos cristianos que se iba a revelar como muy acertado: el califato trataría a partir de entonces de desestabilizar políticamente a sus rivales del norte. Como expresa Manzano Moreno:

[…] durante las décadas siguientes los enfrentamientos entre Córdoba y los reinos del norte cambiaron de carácter: cada verano se producían escaramuzas de mayor o menor consideración dirigidas por cadíes cordobeses o por los linajes establecidos en la frontera, que después de la derrota vieron incrementar su dominio en los territorios que controlaban. De esta forma, la costumbre de enviar aceifas anuales revestidas de gran aparato cayó en desuso durante algunas décadas. […] Al tiempo que esta frontera se fijaba cada vez con mayor claridad y las aceifas eran cosa de victoriosos generales o de caudillos fronterizos que enviaban a Córdoba las noticias de sus resonantes triunfos, los califas optaron por intervenir en los complejos conflictos que asolaban los reinos cristianos. […] Se trató de una estrategia muy acertada. […] Decir que durante la segunda mitad del siglo x los reinos del norte se convirtieron en satélites de Córdoba no es ninguna exageración

Buen ejemplo de esta nueva forma de actuar fue lo ocurrido en León con Sancho I y Ordoño IV. Sancho, llamado «el Craso», subió al trono en 956. Recordemos que era hijo de Ramiro II de León y de Urraca de Pamplona, hija de Toda Aznárez. El nuevo rey tenía el apoyo inicial de los castellanos, pero no el de los leoneses. Puede que el motivo fuese que le consideraran más navarro que leonés o que le reprocharan que había roto la tregua con el califa, de cuyas consecuencias eran los principales damnificados. Además, estaba el hecho de que era tan grueso que ningún caballo podía soportar su peso, por lo que no podía dirigir el ejército del reino en batalla.

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La rebelión que se fraguaba necesitaba un rival para el trono y puso sus ojos en el hijo del rey Alfonso IV, que recordemos se había retirado a un monasterio tras la muerte de su esposa Onneca (hija también de Toda Aznárez). Este hijo era Ordoño IV. En resumen, se planteaba una lucha por el trono leonés entre dos contendientes que tenían en común que ambos eran nietos de la reina Toda de Pamplona. Y ella no iba a permanecer neutral en esa contienda.

 

La rebelión dio un paso decisivo hacia el éxito cuando a la misma se sumó el conde de Castilla, Fernán González. Apoyado por él, Ordoño IV se dirigió a León, donde entró el 1 de agosto de 958. El orondo rey Sancho, viéndose perdido, buscó refugio en el vecino reino de Pamplona, en el que su abuela Toda seguía teniendo gran influencia sobre el rey pamplonés, García Sánchez I.

El reinado de Ordoño IV estaba destinado a ser muy breve. Sancho, dirigido por su abuela Toda, buscó el apoyo del sobrino de esta, Abderramán III. Ya hemos señalado que, tras la derrota de Simancas, el califato optó por no atacar directamente (salvo las aceifas anuales en busca de botín) a los reinos cristianos, decidiendo que la nueva estrategia sería tratar de debilitarlos involucrándose en su política interna.

La primera medida de Abderramán consistió en someter a Sancho el Craso a un durísimo régimen alimentario y de ejercicio que le pusiera en condiciones físicas de dirigir a un ejército en campaña. Logrado esto llegó a un acuerdo con el leonés y con el rey de Pamplona, García Sánchez I, en el que se percibe la mano de la reina Toda, pariente de todos los implicados y que viajó con el monarca pamplonés y el pretendiente al trono leonés a Córdoba.

Abderramán proporcionó un ejército a Sancho que se dirigió a León (a cambio de que este le entregara diez castillos fronterizos si lograba ceñir la corona), mientras que el rey de Pamplona atacó Castilla, para evitar que Fernán González acudiera en ayuda de su aliado Ordoño IV. También se pactó la entrega al califa del conde castellano. La maniobra tuvo éxito, Sancho recuperó el trono tras tomar primero, en la primavera de 959, Zamora y luego dirigirse a León, mientras que los pamploneses hacían prisionero a Fernán González (entre 961 y 962).

Ordoño IV se refugió primero en Asturias y luego en Burgos. De allí, según la Crónica de Sampiro, fue expulsado por sus habitantes y tuvo que buscar refugio en al-Ándalus,

En cuanto al conde de Castilla, fue liberado al constatar el monarca pamplonés que necesitaría su apoyo ante el viaje a Córdoba de Ordoño IV y el previsible apoyo del califato a este. Como siempre, Toda hizo que esta nueva alianza entre Castilla y Pamplona se sellara con un matrimonio. Fernán González, que había enviudado de Sancha (hija de Toda), se casó con una hija del rey pamplonés García Sánchez I, de nombre Urraca.

Pero Ordoño IV falleció en Córdoba en el año 961 sin poder hacer efectivo su intento de recuperar la corona. Sancho I el Craso, con un considerable apoyo de su abuela Toda Aznárez, se consolidó en el trono de León. Podía pensarse que la ya anciana Toda había agotado su protagonismo en los reinos peninsulares, pero nos queda hablar de alguno de sus nietos, especialmente de una nieta.

 7.- Urraca Fernández, la nieta de Toda Aznárez que fue tres veces reina

La importancia de los cónyuges elegidos por Toda para sus vástagos garantizaba que la siguientes líneas generacionales de su descendencia ocuparan lugares preeminentes en las familias reales y condales de la Península en las décadas siguientes. La más obvia de estas ramas de descendientes es la del trono de Pamplona. A su ya citado hijo García I le sucedieron varios monarcas en línea directa hasta llegar a Sancho III el Mayor, rey de Pamplona. No es momento de entrar en detalles sobre esta figura capital de la Edad Media, pero a los efectos que nos interesa baste decir que sus hijos fueron uno (García II) rey de Pamplona, otro (Fernando I el Magno) conde de Castilla primero y rey de León después, otro (Gonzalo) conde de Sobrarbe y Ribagorza y el último (Ramiro I) conde y luego regulus de Aragón y también conde de Sobrarbe y Ribagorza.

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De los descendientes de sus hijas Onneca (Ordoño IV) y Urraca (Sancho I) ya hemos hablado más arriba. Pero el caso en el que probablemente se vea con más claridad la mano y la maestría de Toda Aznárez en su política matrimonial es el de una de sus nietas, nacida del matrimonio con Fernán González de su hija Sancha (que recordemos, después de enviudar de Ordoño II de León y de Álvaro Herraméliz, contrajo matrimonio con el conde castellano). Esta nieta se llamó Urraca Fernández y contrajo matrimonio en tres ocasiones, sus tres esposos se sentaban en un trono y fue, por esos enlaces, tres veces reina de dos reinos diferentes.

El primer esposo  de Urraca Fernández fue Ordoño III, rey de León entre los años 951 y 956. Era hijo del primer matrimonio de Ramiro II y después del período de guerra civil entre Sancho I y Ordoño IV, fueron los hijos que tuvo con Urraca Fernández los que sentaron en el trono de León.

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Cuando Ordoño III murió, su viuda Urraca Fernández se convirtió en un peón estratégico en la contienda en la guerra por su sucesión entre Sancho I y Ordoño IV. Precisamente este último se convirtió en el segundo esposo de Urraca, lo que seguramente fue un factor esencial para que el padre de ella, Fernán González, concediese a Ordoño el apoyo en su lucha por el trono con Sancho I.

Pero ya vimos que Ordoño IV murió pronto en el exilio en al-Ándalus. Eso dejaba a Urraca nuevamente viuda y, por ello, susceptible de volver a convertirse en moneda de cambio para una nueva alianza que conviniera a su padre, Fernán González, para los intereses de su condado de Castilla. Tras ser dos veces reina de León, el nuevo hogar de Urraca se encontraba en otro lugar. Puede pensarse que el destino es caprichoso, porque la corona que deparaba a esta nieta de Toda Aznárez era la misma que su abuela había lucido: la de reina de Pamplona. Efectivamente, el tercer marido de Urraca fue su primo Sancho Garcés II, rey de Pamplona y también nieto de Toda.

8.- Muerte y sepulcro de Toda Aznárez

Toda Aznárez falleció, según algunas fuentes en el año 965, aunque otras fechan su muerte en el año 958. Su sepulcro se encuentra en el monasterio de Suso, en San Millán de la Cogolla. Incomprensiblemente no hay ninguna señal que marque el lugar donde reposa una de las figuras más importantes de la Edad Media peninsular ni en las visitas guiadas al monasterio se hace especial referencia a su sepulcro, que se encuentra junto al de otras dos reinas de Pamplona, Jimena y Elvira. Incluso se colocan folletos sobre estos sepulcros. Sería deseable que en un futuro esta circunstancia se subsanara y Toda Aznárez viese marcada su tumba de alguna forma más respetuosa y adecuada. D622CBAA-5749-47FB-9981-87694E68F659

 

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Fuentes| Daniel Fernández de Lis. De Covadonga a Tamarón.

Manzano Moreno, E. (2015). Historia de España. Épocas medievales, volumen 2. Madrid. Crítica. Editorial Marcial Pons

Mujeres en la Historia. Toda Aznárez, la reina casamentera.

Condado de Castilla. Toda Aznárez, esposa de Sancho I Garcés de Pamplona.

Imagen| Wikimedia Commons. Archivo del autor

Árboles Genealógicos elaborados por Ventura Contenidos para el libro De Covadonga a Tamarón. 

 

 

 

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